lunes, 3 de febrero de 2014

del yo al nosotros (parte 1)

Quiero ponerle voz a algo que me viene pasando tiempo atrás, desde que volví a acercarme a los acontecimientos sociales, políticos y económicos de mi país, Colombia, y en general del mundo.  Quiero ponerle voz porque pocas veces he encontrado discursos y opiniones que representen mis pensamientos y emociones frente al acontecer político, social y económico del país, y en general, del planeta. Tal vez, porque mi mirada es más simple, desde el mero sentido común, tal vez porque me cuesta trabajo entender las jugadas del poder y las infinitas formas que éste tiene para expresarse de manera intrincada.

El punto es que estoy aburrida de los discursos maniqueos, de víctimas y victimarios, buenos y malos, pobres y ricos… no porque desconozca la desigualdad y el dolor que ésta causa,  es clarísimo que existe, sino porque este tipo de discursos suelen polarizar, dificultan el diálogo y el entendimiento y por su planteamiento incitan a buscar una única verdad, La Verdad.

No importa en que polaridad te encuentres, la tendencia va a ser la de buscar enemigos y contradictores, porque cualquier posición basada en la dualidad, necesita encontrar un opositor para justificar su existencia. La identidad de estos discursos o movimientos está basada en lo que NO SE ES, y esto sólo lo puedes obtener si hay algo o alguien de lo cual te puedes diferenciar.

Diferenciarse está bien, es necesario en aras de la identidad, pero la diferencia usada para negar al otro o para atacar es lo que daña.  Hay que ver las diferencias, entenderlas, reconocerlas, ahí están y estarán… observemos qué nos puede servir de lo distinto, qué valor hay en eso que el otro sugiere y propone. Desde ahí construyamos juntos. No hay otra salida, las circunstancias actuales del planeta, nos dicen que debemos desafiarnos en nuestros modelos mentales, en nuestras prácticas diarias, ampliar nuestros horizontes y revisar lo que alguna vez creímos que era el único camino hacia un mejor país, un mundo mejor. 

Propongo que veamos la necesidad de identidad como una forma de generar valor, qué es aquello que nos identifica individualmente y al colectivo/organización al cual pertenecemos, tengámoslo claro y pongámoslo al servicio de los otros. Aclaremos nuestros límites éticos y valorales, como coordenadas que no permiten desvío de nuestro sentido, y seamos a la vez permeables a otras identidades, a otras formas de pararnos frente al mundo, para nutrirnos de lo nuevo, crecer y construir con otros, no a pesar o a costa de otros.   

Empecemos por escuchar al que nos cuesta, en vez de enjuiciar, preguntar, ser curioso y dejemos que el otro sea curioso sobre nosotros, que pregunte.  Tal vez así, logremos tender puentes, aligerar las cargas, e iniciemos conversaciones sobre lo que nos importa realmente, más allá del YO, y sin dejar el yo (identidad) pero con la intención de crear un nosotros y de articularnos en la creación de un sentido colectivo